Comentario
Lunes, 12 de noviembre
Partió del puerto y río de Mares al rendir del cuarto de alba, para ir a una isla que mucho afirmaban los indios que traía, que se llamaba Babeque, adonde, según dicen por señas, que la gente de ella coge el oro con candelas de noche en la playa, y después con martillo diz que hacían vergas de ello, y para ir a ella era menester poner la proa al Leste cuarta del Sueste. Después de haber andado ocho leguas por la costa delante halló un río, y después de andadas otras cuatro halló otro río que parecía muy caudaloso y mayor que ninguno de los otros que había de ellos por dos respectos; el uno y principal, porque el tiempo y viento era bueno para ir en demanda de la dicha isla de Babeque; lo otro, porque si en él hubiera alguna populosa o famosa ciudad cerca de la mar se pareciera, y para ir por el río arriba eran menester navíos pequeños, lo que no eran los que llevaba; y así se perdiera también mucho tiempo, y los semejantes ríos son cosa para descubrirse por sí. Toda aquella costa era poblada mayormente cerca del río, a quien puso por nombre el río del Sol. Dijo que el domingo antes, once de noviembre, le había parecido que fuera bien tomar algunas personas de las de aquel río para llevar a los reyes porque aprendieran nuestra lengua, para saber lo que hay en la tierra y porque volviendo sean lenguas de los cristianos y tomen nuestras costumbres y las cosas de Fe, "porque yo vi e conozco, dice el Almirante, que esta gente no tiene secta ninguna ni son idólatras, salvo muy mansos y sin saber que sea mal ni matar a otros ni prender, y sin armas y tan temerosos que a una persona de los nuestros huyen ciento de ellos, aunque burlen con ellos, y crédulos y conocedores que hay Dios en el cielo, y firmes que nosotros hemos venido del cielo, y muy prestos a cualquiera oración que nos les digamos que digan y hacen señal de la cruz. Así que deben Vuestras Altezas determinarse a los hacer cristianos, que creo que sí comienzan, en poco tiempo acabarán de los haber convertido a nuestra Santa Fe multidumbre de pueblos, y cobrando grandes señoríos y riquezas, y todos sus pueblos de la España, porque sin duda es en estas tierras grandísima suma de oro, que no sin causa dicen estos indios que yo traigo, que hay en estas islas lugares adonde cavan el oro y lo traen al pescuezo, a las orejas y a los brazos y a las piedras, y son manillas muy gruesas, y también hay piedras y hay perlas preciosas y infinita especería. Y en este río de los Mares, de adonde partí esta noche, sin duda hay grandísima cantidad de almáciga y mayor si mayor se quisiere hacer, porque los mismos árboles plantándolos prenden de ligero y hay muchos y muy grandes, y tienen la hoja como lentisco y el fruto, salvo que es mayor, así los árboles como la hoja, como dice Plinio, y yo he visto en la isla de Xio, en el archipiélago, y mandé sangrar muchos de estos árboles para ver si echarían resina para la traer, y como haya siempre llovido el tiempo que yo he estado en el dicho río, no he podido haber de ella, salvo muy poquita que traigo a Vuestras Altezas; y también puede ser que no es tiempo para los sangrar, que esto creo que conviene al tiempo que los árboles comienzan a salir del invierno y quieren echar la flor, y acá ya tienen el fruto cuasi maduro agora. Y también aquí se habría grande suma de algodón y creo que se vendería muy bien acá sin le llevar a España, salvo a las grandes ciudades del Gran Can que se descubrirán sin duda y otras muchas de otros señores que habrán en dicha servir a Vuestras Altezas, y adonde se les darán de otras cosas de España y de las tierras de Oriente, pues éstas son a nos en Poniente. Y aquí hay también infinito lináloe, aunque no es cosa para hacer gran caudal; mas del almáciga es de entender bien, porque no la hay, salvo en la dicha isla de Xio, y creo que sacan de ello bien cincuenta mil ducados, si mal no me acuerdo. Y hay aquí, en la boca del dicho río, el mejor puerto que hasta hoy vi, limpio y ancho y fondo y buen lugar y asiento para hacer una villa y fuerte, y que cualesquier navíos se puedan llegar el bordo a los muros, y tierra muy temperada y alta y muy buenas aguas. Así que ayer vino a bordo de la nao una almadía con seis mancebos, y los cinco entraron en la nao; estos mandé detener y los traigo. Y después envié a una casa que es de la parte del río del Poniente, y trajeron siete cabezas de mujeres entre chicas y grandes y tres niños. Esto hice porque mejor se comportan los hombres en España habiendo mujeres de su tierra que sin ellas, porque ya otras muchas veces se acaeció traer hombres de Guinea para que aprendiesen la lengua en Portugal, y después que volvían y pensaban de se aprovechar de ellos en su tierra por la buena compañía que le habían hecho y dádivas que se les habían dado, en llegando en tierra jamás parecían. Otros no lo hacían así. Así que, teniendo sus mujeres tendrán gana de negociar lo que se les encargare, y también estas mujeres mucho enseñarán, a los nuestros su lengua, la cual es toda una en todas las islas de India, y todos se entienden y todas las andan con sus almadías, lo que no han en Guinea, adonde es mil maneras de lenguas que la una no entiende la otra. Esta noche vino a bordo en una almadía el marido de una de estas mujeres y padre de tres hijos, un macho y dos hembras, y dijo que yo le dejase venir con ellos, y a mí me plugo mucho, y quedan agora todos consolados con él, que deben todos ser parientes, y él es ya hombre de 45 años". Todas estas palabras son formales del Almirante. Dice también arriba que hacía algún frío, y por esto que no le fuera buen consejo en invierno navegar al Norte para descubrir. Navegó este lunes hasta el sol puesto 18 leguas al Leste cuarta del Sueste, hasta un cabo al que puso por nombre el Cabo de Cuba.
Martes, 13 de noviembre
Esta noche toda estuvo a la corda, como dicen los marineros, que es andar barloventeando, y no andar nada, por ver un. abra, que es una abertura de sierras como entre sierra y sierra, que le comenzó a ver al poner del sol, adonde se mostraban dos grandísimas montañas, y parecía que se apartaba la tierra de Cuba con aquella de Bohío; y esto decían los indios que consigo llevaban por señas. Venido el día claro, dio las velas sobre la tierra y paso una punta que le pareció anoche obra de dos leguas, y entró en un grande golfo cinco leguas al sursudueste, y le quedaban otras cinco para llegar al cabo, adonde en medio de dos grandes montes, hacían un degollado, el cual no pudo determinar si era entrada de mar. Y porque deseaba ir a la isla que llamaban Baneque, adonde tenía nueva, según él entendía, que había mucho oro, la cual isla le salía al Leste, como no vido que le crecía más que nunca hasta allí, acordó de hacerse a la mar y andar al Leste con el viento que era Norte; y andaba 8 millas cada hora, y desde las diez del día que tomó aquella derrota hasta el poner del sol anduvo 56 millas, que son 14 lemas al Leste desde el Cabo de Cuba. Y de la otra tierra de Bohío que le quedaba a sotaviento comenzando del cabo del sobredicho golfo, descubrió a su parecer ochenta millas, que son veinte leguas, y corríase toda aquella costa Lesueste y Ouesnoroeste.
Miércoles, 14 de noviembre
Toda la noche de ayer anduvo al reparo y barloventeando, porque decía que no era razón de navegar entre aquellas islas de noche hasta que las hobiese descubierto; y porque los indios que traía le dijeron ayer martes que habría tres jornadas desde el río de Mares hasta la isla de Baneque, que se debe entender jornadas de sus almadías, que pueden andar siete leguas, y el viento también le escaseaba, y habiendo de ir al Leste, no podía sino a la cuarta del Sueste, y por otros inconvenientes que allí refiere se hubo [de] detener hasta la mañana. Al salir del sol determinó de ir a buscar puerto, porque de Norte se había mudado el viento al Nordeste, y si puerto no hallara fuérale necesario volver atrás a los puertos que dejaba en la isla de Cuba. Llegó a tierra habiendo andado aquella noche veinticuatro millas al Leste cuarta del Sueste. Anduvo al Sur millas hasta tierra, adonde vio muchas entradas y muchas isletas y puertos; y porque el viento era mucho y la mar muy alterada no osó acometer a entrar, antes corrió por la costa al Norueste cuarta del Oeste, mirando si había puerto; y vido que había muchos, pero no muy claros. Después de haber andado así sesenta y cuatro millas halló una entrada muy honda, ancha un cuarto de milla, y buen puerto y río, donde entró y puso la proa al Sursudueste y después al Sur hasta llegar al Sueste, todo de buena anchura y muy hondo, donde vido tantas islas que no las pudo contar todas, de buena grandeza, y muy altas tierras llenas de diversos árboles de mil maneras e infinitas palmas. Maravillóse en gran manera de ver tantas islas y tan altas y certifica a los Reyes que las montañas que desde antier ha visto por estas costas y las de estas islas, pero que le parece que no las hay más altas en el mundo ni tan hermosas y claras, sin niebla ni nieve, y al pie de ellas grandísimo fondo; y dice que cree que estas islas son aquellas innumerables que en los mapamundos en fin de Oriente se ponen. Y dijo que creía que había grandísimas riquezas y piedras preciosas y especería en ellas, y que duran muy mucho al Sur y se ensanchan a toda parte. Púsoles nombre la mar de Nuestra Señora. Dice tantas y tales cosas de la fertilidad y hermosura y altura de estas islas que halló en este puerto, que dice a los Reyes que no se maravillen de encarecerlas tanto, porque los certifica que cree que no dice la centésima parte: algunasde ellas que parecía que llegan al Cielo y hechas como puntas de diamantes; otras que sobre su ran altura tienen encima como una mesa, y al pie de ellas fondo grandísimo, que podra llegar a ellas una grandísima carraca, todas llenas de arboledas y sin peñas.
Jueves, 15 de noviembre
Acordó de andallas estas islas con las barcas de los navíos, y dice maravillas de ellas y que halló almáciga e infinito lináloe, y algunas de ellas eran labradas de las raíces de que hacen su pan los indios, y halló haber encendido fuego en algunos lugares. Agua dulce no vido; gente había alguna y huyeron. En todo lo que anduvo halló hondo de quince y diez y seis brazas, y todo basa, que quiere decir que el suelo de abajo es arena y no peñas, lo que mucho desean los marineros, porque las peñas cortan los cables de las anclas de las naos.
Viernes, 16 de noviembre
Porque en todas las partes, islas y tierras donde entraba dejaba siempre puesta una cruz entró en la barca y fue a la boca de aquellos puertos, y en una punta de la tierra halló dos maderos muy grandes, uno más largo que el otro, y el uno sobre el otro hechos cruz, que diz que un carpintero no los pudiera poner mas proporcionados; y, adorada aquella cruz, mandó hacer de los mismos maderos una muy grande y alta cruz. Halló cañas por aquella playa, que no sabía donde nacían, y creía que las traería algún río y las echaba a la playa, y tenía en esto razón. Fue a una cala dentro de la entrada del puerto de la parte del Sueste (cala es una entrada angosta que entra el agua del mar en la tierra). Allí hacía un alto de piedra y pena como cabo, y al pie de él era muy hondo, que la mayor carraca del mundo pudiera poner el bordo en tierra, y había un lugar o rincón donde podían estar seis navíos sin anclas como en una sala. Parecióle que se podía hacer allí una fortaleza a poca costa, si en algún tiempo en aquella mar de islas resultase algún resgate famoso. Volviéndose a la nao, halló los indios que consigo traía que pescaban caracoles muy grandes que en aquellas mares hay; y hizo entrar la gente allí y buscar si había nácaras, que son las ostras donde crían las perlas, y hallaron muchas, pero no perlas, y atribuyólo a que no debía de ser el tiempo de ellas, que creía él que era por mayo y junio. Hallaron los marineros un animal que parecía taso o taxo. Pescaron también con redes y hallaron un pece, entre otros muchos, que parecía propio puerco, no como tonina, el cual diz que era todo concha muy tiesta, y no tenía cosa blanda sino la cola y los ojos, y un agujero debajo de ella para expeler sus superfluidades. Mandólo salar para llevar que lo viesen los Reyes.
Sábado, 17 de noviembre
Entró en la barca por la mañana y fue a ver las islas que no había visto por la banda del Sudueste. Vido muchas otras y muy fértiles y muy graciosas, y entre medio de ellas muy gran fondo. Algunas de ellas dividían arroyos de agua dulce, y creía que aquella agua y arroyos salían de algunas fuentes que manaban en los altos de las sierras de las islas. De aquí yendo adelante halló una ribera de agua muy hermosa y dulce, y salía muy fría por lo enjuto de ella; había un prado muy lindo y palmas y muchas y altísimas más que las que había visto. Halló nueces grandes de las de la India, creo que dice, y ratones grandes de los de India también, y cangrejos grandísimos. Aves vido muchas y olor vehemente de almizcle, y creyó que lo debía de haber allí. Este día, de seis mancebos que tomó en el río de Mares, que mandó que fuesen en la carabela Niña, se huyeron los dos más viejos.
Domingo, 18 de noviembre
Salió en las barcas otra vez con mucha gente de los navíos y fue a poner la gran cruz que había mandado hacer de los dichos dos maderos a la boca de la entrada del dicho puerto del Príncipe, en un lugar vistoso y descubierto de árboles, ella muy alta y muy hermosa vista. Dice que la mar crece y descrece allí mucho más que en otro puerto de lo que por aquella tierra haya visto, y que no es más maravilla por las muchas islas, y que la marea es al revés de las nuestras, porque allí la luna al Sudueste cuarta del Sur es baja mar en aquel puesto. No partió de aquí por ser domingo.